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El maestro que peleó por condiciones dignas de trabajo en El Retorno (Guaviare)

Tomado de El Espectador – Colombia 2020 Justicia para la Paz

Reinaldo Valencia Vélez lideró el paro de maestros de 1979 en San José del Guaviare, luego fue destituido por un comisario de esa región y en 1981 fue torturado y asesinado mientras sus compañeros exigían su reintegro. La Asociación de Educadores del Guaviare continúo su legado y ya completaron 40 años de resistencia.

Por: Edinson Arley Bolaños / @eabolanos

El profesor Reinaldo Valencia Velez fue asesinado en 1981 luego de liderar dos paros en la comisaría del Guaviare.

Todo el trabajo sindical que acumuló el profesor Reinaldo Valencia Vélez murió a los 40 años. Una noche de febrero de 1981 viajó desde San José del Guaviare hasta el vecino municipio de El Retorno, luego de varias reuniones que sostuvo con el Gobierno local para negociar el pliego de peticiones del paro que adelantaban los maestros y que él lideraba. A las 6 de la mañana lo encontró su amigo Héctor Rodríguez, en la orilla de una carretera destapada y tirado como un borracho.

Tres años atrás, Rodríguez había conocido a Valencia cuando decidieron recorrer el territorio selvático en bicicletas para convocar el primer paro de maestros en esa región. Exigían que no se les pagara cada tres meses, muchas veces con artículos de aseo y comida. El pliego de peticiones fue socializado en una asamblea en San José y ahí empezó el liderazgo de Valencia en la Asociación de Educadores del Guaviare.

Cuando los dos docentes empezaron a trabajar juntos, Valencia ya había fundado una organización sindical de profesores en el Putumayo y había pertenecido a la Asociación de Educadores de Antioquia (Adida). A su llegada a San José, fundó el sindicato de docentes de esa comisaria y lo afilió a la Federación Colombiana de Educadores (Fecode). Corrían los años 80s y Valencia decidió asumir otra misión: liderar el paro cívico del Guaviare de 1980.

A la movilización se unieron pescadores, profesores y empleados del hospital y de la Caja Agraria. Entonces, se demoraban tres días para salir a Villavicencio, la población más cercana con servicios básicos de salud. “Ser el vocero de la negociación del pliego del paro cívico lo puso en la mira de las fuerzas oscuras que se cruzaban en ese momento en San José del Guaviare. Estaba el narcotráfico en pleno auge, los maestros estábamos en paro porque no nos pagaban puntual, ni completo y Valencia, como líder de maestros y de toda la comunidad, denunciaba que los funcionarios locales del Estado se gastaran los recursos públicos comprando ganado para ellos. Esas tres cosas lo dejaron muy vulnerable”, cuenta su amigo.

La situación no era fácil. Estaban las guerrillas tratando de ganar base social en el territorio, el Ejército estigmatizaba de subversivas las reuniones de las organizaciones sociales que pretendían protestar y exigir derechos fundamentales, y el grupo paramilitar Muerte a Secuestradores (MAS) estaba presente en la zona, como un brazo militar del cartel de Medellín. “Cuando llegaba el Ejército nos tocaba decirles: “yo soy funcionario del Estado y por eso estoy haciendo esta reunión de padres de familia”. Y cuando pasaba la guerrilla tocaba decirles: “aquí simplemente estamos educando al pueblo”. Cuando llegaron los paramilitares, con ellos sino hubo ningún tipo de relación porque no dialogaban con la gente. Entonces le tocaba a uno refugiarse o no tener reuniones muy abiertas porque lo señalaban de pertenecer a la guerrilla”, rememora Rodríguez.

En medio del caldo de cultivo de la guerra, las autoridades de la época dijeron que el asesinato del docente Reinaldo Valencia había obedecido a problemas con los mafiosos. En todo caso, el paro cívico marcó la visibilidad del docente no solo en la escuela, sino también en toda la región.

Valencia viajó a finales de 1981 a una asamblea nacional de Fecode en Bogotá, en donde se evaluaría la posibilidad de un nuevo paro de docentes para exigir el traslado de profesores que estaban en la selva y para mejorar las plantas físicas de las instituciones. A su regreso, el comisario del Guaviare Luis López Calle, un militar retirado de las fuerzas estatales, le tenía la carta de destitución. “El comisario lo echó porque Reinaldo participó en la reunión con Fecode”, comenta Rodríguez. ¿La razón? Esa misma pregunta se hace el amigo de poesía de Reinaldo Valencia.

Tras la decisión del comisario López, los maestros cesaron actividades académicas y exigieron, como primer punto, el reintegro de Valencia a su escuela en zona rural del municipio de El Retorno. El paro cívico avanzaba y precipitó el de maestros, por lo que la región vivía días tensos y confusos en medio del conflicto. Estaba la entonces guerrilla de las Farc, los paramilitares del MAS y el Ejército. Y la gente aparecía muerta y nadie sabía, y nunca se enteraban, de quién provenía el disparo.

“Allá todo el mundo era sospechoso”, rememora Rodríguez. “Nos reuníamos en El Retorno y alrededor de tertulias debatíamos la situación de la problematica social del municipio y de la educación. Él siempre dejó entrever que su liderazgo estaba en peligro. Las negociaciones de pliegos con el Gobierno por los paros cívicos, más los paros de maestros, eso no gustó mucho en la región”. Sobre todo, porque quienes dominaban el poder local veían en los reclamos de los campesinos y maestros, una forma de organizarse para arrebatarles el control político de la región. “Era como una rivalidad entre los caciques políticos y los nuevos movimientos sociales que se creaban”, contó Rodríguez, quien a sus 62 años vive en Bogotá, retirado de la docencia y pensionado del magisterio colombiano.

Una mañana, cuando Rodríguez viajaba desde una escuela rural de El Retorno hacia San José del Guaviare, en el camino encontró el cuerpo de su amigo. “Estaba tirado en la orilla de la trocha y las balas parecían haber entrado por su boca. También tenía torturas en su estómago como si le hubieran apretado el cuero con una tenaza”, cuenta.

Rodríguez solo tuvo fuerzas para comprobar de que se trataba del líder poeta. Llegó a San José del Guaviare a dar la noticia a sus compañeros y a informarles a los negociadores del paro por parte del Estado, que la negociación no continuaría pues ya era imposible cumplir con el primer punto que era el reintegro de Reinaldo Valencia a la escuela de El Retorno.

Las caravanas de motos salieron a acompañar el féretro, que desfiló por todo el pueblo, como un símbolo de rechazo a quienes habían ordenado el homicidio. «Comentaban que el asesino estaba escondido en alguna entidad, pero nada más se supo del caso», contó Rodríguez.

A Reinaldo Valencia lo enterraron en San José de Osos (Antioquia), su tierra natal; varios de sus compañeros que quedaron vivos, incluido Héctor Rodríguez, fueron amenazados de muerte sino abandonaban la región. Aun así, la Asociación de Educadores del Guaviare alzó la mano, continúo el legado de lucha de su líder y como sindicato ya completaron 40 años de resistencia digna.

Foto/ Archivo Paritucular El Espectador

Con información de El Espectador – Colombia 2020 Justicia para la Paz